sábado, noviembre 04, 2006

Libros selectos -primera entrega-


Con la presente selección de poemas se inaugura una nueva sección en el blog, se entregaran fragmentos de libros, que quien esto escribe considera indispensables en la poesía patagónica, en esta oportunidad se presenta la primera parte de “El héroe del líquido” de Raúl Mansilla, editado en 1999 por Ediciones del Dock.
En este libro Mansilla agudiza la estética iniciada en “Las estaciones de la sed” (Último reino, 1992), construyendo “el héroe” como un personaje casi de novela articulado de manera impecable con la claridad y “elegante crudeza” que caracterizan al “poeta de ojos rojos”. Aquí los poemas:





EL ORO DE LOS TONTOS

Nada es oro en la mirada del héroe.
La fe ha sido abandonada y no hay nada que inventar.

Nada que curar, nada que nadar.

Nada que negar, las ramas ya están,
sobre el árbol del que cuelgan, líquidos,
el padre del padre del padre de su padre.

Nombres mudos e hijos naturales del alcohol.

Ni cruces de madera en las pupilas dan razones valederas.

Ni el arroz arrojado por Dios a los felices,
ni las madres recordando su futuro en el espejo.

Oro de los tontos.
El silencio es negro y blanco, sólido y gaseoso,
y se proyecta líquido en la pupila del héroe
que mira la vieja foto en donde está tan claro el crimen
y tan borroso el asesino.


EL CARPINTERO LIQUIDO

Cuando entendió la geometría del paisaje
ya se habían borrado los paralelos y las sombras.


Mudo, no tuvo palabras para definir la soledad.

Perdido, en un mapa de viaje,
Ni un punto de vista, siquiera, ni un mojón.

Precariamente, hizo una casa de madera,
de la que yo salí una noche,
cuando entró el alcohol.

Extraviado, y ya sin tonos,
exaltó colores que dijo tener en la manga,
y los griegos entraron a la miseria del hogar,
en un caballo delgado,
sin equilibrio,
inverosímil.



EL BARRIO LIQUIDO DEL HEROE

Sepultado entre cientos de viviendas,
yace lo que fue de niño.

Oculto por signos de cemento que lo niegan,
es devuelto por la luz.

Se repite en las ventanas rotas,
donde en cada trozo crece, todavía el padre,
volviendo borracho y a las diez.

Bajo las viviendas, tiembla la cabeza del joven,
entre varias capas de alcohol,
mientras la noche es un revolver de vidrio
y la madre gime
en los rincones del diablo.


EL CUADRO DEL HEROE

Cómo las muñecas rusas, el cuadro muestra
heridas, por donde entran aldeas
que pintan el mundo, su mundo.

Entre superficie y fondo,
entre botella y botella,
uno tras otro el rostro, uno tras otro.

Y la mujer repetida en el papel
y el derrotero de la física,
y el camino de todos los perdidos,
y la imagen,
con senderos al crimen.

El cuadro en la pared,
con heroínas rusas,
que entran y salen de los inundados ojos del héroe,
que no alcanza a ver el oro en la foto
ni los cadáveres,
esperando,
ser enterrados,
dignamente.


HEROE TEMBLANDO EN EL BAR

El hombre que tiembla en el bar,
repasa sus días en el vidrio de la copa.
Busca en su pérfido cristal al niño,
que lavó el oro en las lágrimas de un tonto.

Hurga en el barrio viejo los restos del muerto,
que pesa cada día mas.

Sábanas, ortigas y alcohol.

Agujas de botellas,
el hombre que tiembla en el bar anuncia su caída en el reloj,
que nada sabe de héroes
ni el lenguaje de las copas es un bote a las dos.

Y no es dorado el paisaje ni bucólico el rostro del héroe,
que lleva la copa vacía hacia la verdad intensa,
que no dice nada pero justifica
la presencia del hombre arrumbado
en la butaca mas sola del mundo.

LA SANGRE DEL HEROE

Pieza móvil, en el suelo petrifica el aviso,
de que es el extremo del líquido.

Subvierte la baldosa blanca,
no sabe escapar de su color.

No extraña la vena abandonada,
sabe su destino,
supo ser vida,
ahora sabe perderse,
en los zapatos de todos los curiosos
que miran al asesinado receptáculo
de vidrio.
LA CONSTRUCCION DE LA PERLA

I

Con la misma persistencia que sus antepasados
una suma de gotas horadan al hombre en la mesa del bar.

Y entre todos, hacen el héroe, la perla,
la roja promesa nacional,
envuelto en la madera, el vaso, el caos, el mozo
y el cuadro de tres pesos.


II

Una marea de vasos y hasta el cuello,
en la ruta preferida, dos veces, el hombre,
mojado por su sed.


III

Una mesa soportando la historia del alcohol.
una perla naciendo de la destrucción.


IV

En la calle, barcos que partieron, niños pidiendo un baño a su madre,
portones donde se ha excedido el sol
y en la vejez del líquido toda su familia,
boca abajo en la humedad.


V

En el vaso,
las últimas naves a punto de ser incendiadas
por el tinto destino que ahora da a los felices.



MUERTE LIQUIDA

Saciada al fin la enorme sed
y envuelto en el objeto de su destrucción
parte hacia el suelo el héroe del líquido.

Procesión de ataúdes de botella,
cenizas de vidrio arrojadas al mar,
hijos quebrados en el techo:
fervoroso panorama de la destrucción.

El único crimen perfecto ha sido cometido,
y un hombre, parte,
espeso,
hacía el líquido final.

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